Con un gallinero en zona urbana tenía claro que no podía tener gallo, pero el caprichoso destino envió a mi corral una bonita Pinta soprano que está provocando el mismo problema que en su momento quise evitar. Lleva un laaargo mes cantando el estribillo de la misma canción, desde el amanecer al anochecer. Con sus desquiciantes berridos me estoy ganando el cariño y aprecio del vecindario. Sufro imaginándome que a las compañeras se les dé por hacerle coros o, lo que es peor, que alguna de ellas aprenda a tocar la guitarra. No he tenido mucha suerte con las Pintas. Como siempre, he acabado por recurrir a Roberto solicitándole ayuda y consejo, y como siempre me lo ha dado, hasta se ha ofrecido a cambiármela. Cree que la causa de la insistente carraspera puede ser un quiste y no confía en que tenga solución. Antes de ayer no estaba de acuerdo, ayer si, hoy no lo sé, mañana ya veremos y pasado probablemente. Dejaré pasar algo de tiempo, haré la media y decidiré, entonces me daré cuenta que debería haberlo hecho antes.
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