Fiel a su costumbre la gata que callejea por el vecindario ha parido en la huerta, y por segunda vez en lo que va de año. Supongo que será su única opción. Antes de que empezasen a hormigonar la zona había un buen número de gatos, ahora excepto en época de celo ya no se suelen ver y, si se ven, se cuentan con los dedos de una mano. En esta ocasión me ha sorprendido y lo ha hecho en la pila del compost. Bajo el plástico que lo cubre, ayer curioseando y buscando escánceres, me encontré a este gatito. Uno solo. Hoy por la mañana ya no estaba. Corren malos tiempos para los gatos callejeros, al menos en mi pueblo. Más víctimas a sumar al puff de la burbuja inmobiliaria.
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