La nueva incubadora. Me pasé un mes buscando una kika a pie y a máquina y, o lo siento, ahora no tengo disponible, o bien me las cotizaban a precio Florentino. Incluso me estoy planteando el criarlas. El hotelito ya lo tienen practicamente listo. Al final, con suerte, un vecino me cambió a esta Pepa silvestre por una docenita de Mos para incubar. Me dio guerra, a la primera que tuvo escapó y se estuvo echando unas buenas risas a mi salud un rato largo entre carreras y escondites. Ahora está echada compensándome el ridículo de la persecución y los arañazos de los zarzales.
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